ElAcordeon
Dante Liano
 
Debo a un viaje de don Adrián Chávez a Florencia la curiosidad por las diferentes ediciones del Popol Vuh, o Pop Uuj, como lo llamaba ese anciano filólogo. La casualidad quiso que yo estuviera allí. También, por azar, no había esa noche un intérprete para don Adrián. Me llamaron a mí, que nunca he sido intérprete.
 
Chávez recorría Europa para presentar su nueva versión del libro sagrado de los mayas. Cuando la sala estaba llena (y recuerdo que estaba verdaderamente llena, con gente sentada en los pasillos), Don Adrián hizo su ingreso con el traje ceremonial de los señores de Chichicastenango. Tenía como 70 años, y su pequeña figura, salida de las pinturas de Bonampak o de las estelas de Copán, imponía admiración o reverencia. Saludó, se sentó, lo presentaron, se levantó y comenzó a hablar en k’iche’. Avergonzado, expliqué al público que no podía traducir porque no sabía ese idioma.
 
Hubo un murmullo, pero no de desaprobación, porque todos los presentes eran de la onda paz y amor, y además porque don Adrián me tiró un salvavidas. Explicó que acababa de recitar el famoso inicio del Pop Uuj: Are’ uxe’ ojer tzij waral K’iche’ ub’i.... Durante dos horas, Chávez encantó a los florentinos con la historia del libro y, luego, con la historia de su traducción. El sabio maya había sido, quizá, el primer filólogo de su lengua y literatura, y con la ayuda de amigos extranjeros, se había hecho construir una máquina de escribir muy compleja, con el alfabeto k’iche’.
 
Su traducción era un volumen admirable. En la primera columna estaba la transcripción del libro sagrado según Fr. Francisco Ximénez, en la segunda la transcripción fonética, en la tercera columna una traducción literal al español y en la cuarta la traducción libre. Recuerdo que don Adrián incluía, en su versión final, verbos indígenas. Recuerdo “tapishcar”.
 
La acuciosidad de don Adrián estimuló la mía. Fui a ver las otras versiones: Recinos, Saravia, Asturias, Girard y otras. Encontré las diferencias, lo que me parecían aciertos o lo que no me lo parecía. Creí que la versión de don Adrián cerraba todas las otras posibilidades, pero me engañaba. Después, Dennis Tedlock publicó la suya.
 
En 1999, vine a saber que Enrique Sam Colop había publicado una versión poética en lengua k’iche’, que era su propia lengua(Sam Colop, Popol Wuj. Versión poética K’iche’, Guatemala, Cholsamaj, 1999). Corrí a comprarla y me atreví a leer partes, a recitar partes, sin entender nada. El gran acierto de Sam Colop había sido descubrir que el Popol Wuj no es una narración en prosa, sino un largo poema épico. Aún para el ignorante de la lengua en que está escrito, salta a los ojos el principio rítmico de la poesía maya, el difrasismo:
 
 
‘-Mixb’isonik, oj k’olik,
Oj iwiy,
Oj kik’exel qatz’.
 
 
Para la literatura en lengua española, el principio rítmico más evidente es la rima. Para los ingleses, importa más la aliteración. Para los mayas, esos racimos de tres en tres. Y entonces, suena su musicalidad. Como si fuera poco, Enrique Sam Colop nos había descubierto que el libro fundador de los habitantes de Guatemala (indígenas y ladinos, creo) no es solamente una sólida visión de la creación del mundo, no se limita a mostrarnos cómo es el mundo, sino que también es una obra de gran aliento poético. Con eso, se consagraba como uno de los más importantes filólogos de América Latina. Y demostraba una sensibilidad poética fuera de lo común.
 
Como un regalo para aquellos que no conocemos la lengua de los k’iche’s, Enrique Sam Colop publicó, en 2008, la traducción al español, con notas (Popol Wuj, Traducción al español y notas de Sam Colop, Cholsamaj, 2008. Sé que existe una edición de FyG editores, más reciente). Primer mérito de este libro es la seriedad científica. El mayor trabajo está en un generoso, puntual y preciso aparato de notas que nos revelan los secretos del texto. Ocurre con las grandes obras. La Commedia de Dante sería dificilísima sin un buen aparato de notas filológicas y culturales. El italiano del 1300 está muy distante del italiano actual, y las alusiones históricas serían imposibles de adivinar sin las aclaraciones del editor. Así, para el mayor libro de nuestra antigüedad, Sam Colop se esmeró en anotarlo, sea desde el punto de vista filológico que desde el cultural. Elaboró un volumen de una riqueza cultural inaudita.
 
Su traducción al español proviene de una doble perfección. Sam Colop era totalmente bilingüe. Manejaba también otras lenguas, pero nos importa su comercio con el k’iche’ y el español. El primero era su madrelengua, aquella que Bernal alega “haber mamado de los pechos de su madre”. El segundo había sido adquirido con facilidad y plenitud: se había graduado en Letras en la Universidad Rafael Landívar. Además, había iniciado una carrera como poeta en lengua española.
Conservo todavía su primer libro de poemas.
 
Una de las labores más difíciles de un traductor literario es pasar la poesía del idioma original a la poesía del idioma de llegada. Me parece que Sam Colop salió airoso del empeño. En español es muy difícil manejar el difrasismo de las lenguas mesoamericanas. Quizá la mejor solución sea la retórica de la repetición, de la cual el español está lleno. La repetición es un recurso que resulta natural, incluso en la conversación. Si hasta Ponce Vaides emitió un célebre “Jamás creí, nunca pensé”... un dístico perfecto, una antítesis de antología zoológica. Los paralelismos, las anáforas, las enumeraciones dan cuenta de los recursos poéticos de la lengua de origen.
 
De esa forma, el hombre de barro, en la creación:
 
‘se deshacía
se desmoronaba y
se humedecía...’
 
Y cuando los objetos de los hombres de madera se rebelan contra ellos:
 
‘Hablaron todas sus tinajas,
sus comales,
sus platos,
sus ollas;
su nixtamal,
sus piedras de moler.
 
Todo lo disponible se hizo presente’.
 
 
A lo largo del texto hay fulguraciones de lenguaje poético. Al hablar de Wuqub Kak’ix, Sam Colop traduce:
 
‘Cuando él era como la luz de la gente que había sido inundada
Cual si fuera prodigioso en su esencia’.
 
Hay un momento de literatura fantástica al comienzo del Popol Wuj. En sus primeras palabras, el libro habla de sí mismo, como si fuera otro. Es cuando explica por qué fue escrito. Cuenta que ya no había trazas del Popol Wuj, y entonces se creó la necesidad de escribirlo. El autor o los autores no se dan cuenta de que hablan del mismo libro que están escribiendo, y lo definen (en la suntuosa traducción de Sam Colop):
 
‘Instrumento de claridad venido de la orilla del mar donde se cuenta nuestra oscuridad instrumento de claridad sobre el origen de la vida, como se le dice’.
 
Está muy bien el juego entre “claridad” y “oscuridad”, como eje de la estrofa, y mejor el cierre: “la vida, como se le dice”.
 
Esa sencillez tan transparente que por ello contiene poesía.
 
Tanto nos deja Enrique Sam Colop. Supe de su muerte y supe que Guatemala había sufrido una de sus más grandes pérdidas. Lo recuerdo, cuando ambos éramos jóvenes, y en una entusiasta cooperativa nos publicamos nuestros libros.
 
Seguí de lejos su brillante carrera académica y entendí que había en Guatemala un alto seguidor de don Adrián Chávez.
 
Comprendí que eso significa que existe ya una tradición contemporánea de literatura y filología maya, hecha por los mismos mayas. Y eso implica que el país camina, despacio pero seguro, hacia su destino de poesía fulgurante, cuando desaparecerán los males que ahora nos agobian. Entonces se recordará a don Adrián Chávez, a Enrique Sam Colop. Y se hablará de precursores.
 
Publicado en: El Periódico, Guatemala, domingo 24 de julio de 2011

 

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